LA CASA DE LOS CUATRO PUNTOS CARDINALES

viernes, 16 de septiembre de 2016

EL PLANO ABSOLUTO DE MONAHAN



Este microrrelato, con el que concursé recientemente en el Certamen de Relatos de Cine de Huesca, está dedicado al genial cineasta John Ford, quien nos enseñó a mirar la vida con ese irresistible filtro de lirismo épico tamizado de humor que tan bien supo aplicar a sus películas. Como diría el bueno de Michaleen Flynn en El hombre tranquilo, una de sus obras más inolvidables, la labor de este singular pintor de escenarios cinematográficos, rebautizado Max Monahan en el texto que estáis a punto de leer, fue absolutamente “homérica”.  







El Séptimo de Caballería se había declarado en huelga. Aquellos gallardos jinetes de azul exigían que les dirigiera Maxwell Monahan, el genial cineasta irlandés que, a su juicio, mejor partido había sacado del regimiento de Custer al compás de nostálgicas marchas militares y bailes de gala. Cuando el director fue informado de ello, se limitó a decir sin asomo de orgullo:

– Me da exactamente igual dirigir a los “cuchillos largos” o a la perra Lassie, con tal de que no pongan pegas cuando les filme en plano absoluto.

Alarmados, los productores de westerns de alto y bajo presupuesto solicitaron la intercesión de John Tayne, la estrella del género que tan bien conocía la personalidad de Monahan, pero este tampoco les sirvió de gran ayuda:

–Si Max dice que le da igual, quiere decir exactamente eso –explicó el corpulento astro con acento texano–. No recomiendo presionarle. Podríais salir escaldados. En cuanto a lo del plano absoluto, yo sólo estuve a punto de lograrlo con él una vez, y casi me dejo la piel en ello…

Maxwell Patrick Monahan, nacido en el condado de Sligo en 1889, llevaba décadas buscando el equilibrio entre realismo y artificio. Sostenía, con irrebatible tozudez irlandesa, que en cada toma que se realizaba con una cámara de cine, podía llegar a captarse en ocasiones una escurridiza conjunción de matices que sólo él entendía y que, para facilitar su comprensión al resto de los mortales, denominaba “el plano absoluto”.

–A usted le gusta mi película Las ciruelas del rencor –explicaba con autoridad en una entrevista concedida a Photoplay– porque es fiel a la realidad. Y si le cautivó El hombre sereno, seguro que fue por su paradisíaca imagen artificial. Pero en mi próximo film solo se verán plasmadas en la pantalla sus cualidades intrínsecas. Lo rodaré en plano absoluto, ¡el plano Monahan!


Nadie supo jamás si Monahan halló su quimera soñada alguna vez, pero ante las continuas huelgas protagonizadas por soldados de caballería, indios confinados en reservas, sheriffs, cowboys y cuatreros, toda la industria cinematográfica acabó siguiéndole la corriente.