“Descansa
tranquilo. No te perderás nada”. Aquellas reconfortantes palabras las había
escuchado en alguna parte, en un momento exacto, aunque no recordaba ni cuándo
ni dónde. Incapaz de convencer a su memoria de que hiciera un esfuerzo por
identificar aquellos datos difusos que flotaban por su mente en el momento de iniciar
el trayecto, descansó perezosamente la vista en el paisaje que le saludaba
desde el otro lado de la ventanilla. Una sucesión de postes eléctricos, de
altozanos y colinas cambiantes, de retazos del mismo cielo con tenues
variaciones cromáticas, le devolvió al movimiento del que formaba parte sin
apenas notarlo, mientras el tren donde viajaba danzaba una zarabanda de
saltimbanqui a lo largo de las ocres llanuras. La recta que une Segovia con
Valladolid quedó reducida a un guion, corto espacio para entregarse a un
plácido sueño de duermevela. Despertó del traqueteo en pleno parque del Campo
Grande, a pocos metros de la Fuente de la Fama. La trompeta de un ángel, sonido
extrañamente familiar a sus oídos, reverberó en el jardín, al tiempo que
distinguía una silueta de bronce que le pareció haber sido ya vislumbrada
anteriormente por sus ojos recién salidos del sueño.
Entonces
reconoció la voz.
Muy pegado a la realidad te veo, querido Ricky, pero con un inagotable genior creador como buen domador de palabras. Mercedes.
ResponderEliminar