–Déjala a ella que sea pájaro –dijo
el padre, contemplando su disfraz de plumas.
–Volará hasta el cielo y ya no
regresará –vaticinó angustiada la madre.
Se oyó un revoloteo tornasolado y
el palomar comenzó a vibrar en clave de si. Dos blancas figuras se acercaron
arrullando a los padres de Violeta.
–Bueno, ¿viene con nosotras o no?
Su hija avanzó a saltitos portando
un papel y agitó las alas entusiasmada.
–Y pensar que fueron una especie tan
prolífica y ahora tienen que reclutar mensajeros entre los humanos...
Describiendo un perfecto círculo
celta en el aire, la niña gritó: ¡Jerónimo!