LA CASA DE LOS CUATRO PUNTOS CARDINALES

viernes, 28 de septiembre de 2012

... Lo que puedas hacer hoy



Hasta chocarse contra una pila de maderos, Edmundo no fue verdaderamente consciente de la importancia de los dos recados que había dejado sin hacer. Sacó la lista del bolsillo y empezó a leerla en voz alta, dolorido aún a causa del golpe que se había dado contra aquellos colosos del bosque empequeñecidos, y preguntándose por qué razón un líquido espeso de color verde botella goteaba extrañamente de su codo derecho:



1. Amontonar los maderos en algún otro lugar que no sea de paso.

2. Tapar el bote de pintura de bungalows que dejamos abierto ayer.

lunes, 24 de septiembre de 2012

El poder del bufón




Si lo lleva el bufón, es un gorro de borlas

Sobre los hombros de su señor, un título hereditario.


¡Cómo se reían ayer las pudientes calaveras de las bromas del gracioso!


El poder del bufón, esa risueña arma intemporal         
                                        
En las carcajadas que arranca está su filo,

su metralla sin pólvora en sus acrobacias.

Ríe, salta, haz mil muecas y brilla más que tu señor, querido bufón

Ojalá pueda algún día reírme del poder tan bien como tú.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Desorientación cromática



Dicen que si padeces dicromatopsia no puedes distinguir entre amarillo y azul. He leído en una revista médica que es debido a una diferencia en la longitud de onda con la que se captan los colores. Ondas, olas, mar…

Confundir el azul marino con el amarillo chillón, eso es lo que más me preocupa. Hace un mes, al asomarme por la ventana, me pareció ver el cielo amarillo y el sol azul, como si se hubiesen intercambiado los papeles tras un arrebatador empacho cromático. El azul marino del Canal de La Mancha, cuando lo sobrevolé de camino a Bristol hace dos semanas, refulgía de intenso amarillo como un girasol de Van Gogh, mientras que los trigales castellanos que vislumbré ayer desde el tren se me antojaban interminables campos azulados. El traje de comunión de mi sobrino me impresionó por su llamativo color el domingo pasado: una chaqueta amarilla de estilo marinero en la que yo no distinguía el azul marino por ninguna parte. Plátanos azulados, algo amarillo para la novia, nunca te vistas de azul sobre el escenario… Prefiero un cielo nublado a un cielo sereno y, si me apuráis, un cielo amarillo chillón a uno azul marino.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Telegrama desde Venecia



Aquí, en la cárcel, dictando mis memorias a Rustichello de Pisa. STOP. Me siento como un león de San Marcos enjaulado. STOP. Suspiro por ver el Puente de los Suspiros. STOP. Rodeado de tanta laguna, echo de menos el polvo de Samarkanda. STOP. ¡Ay, Gran Khan, qué tiempos aquellos! STOP. Y lo peor es este traje a rayas que tengo que llevar, que no se lo pondría ni un gondolero… STOP. Kublai, si supieras lo que daría por catar uno de esos platos de fideos chinos que me preparaban tus cocineros de Catay… STOP. Si me admites un consejo, creo que con un poco de salsa de tomate y queso del Ducado de Parma quedarían aún más sabrosos... STOP. Febrero. Ahí fuera, celebrando el carnaval, y yo todavía metido en esta celda. STOP. En cuando me dejen libre, subo al primer vaporetto que pase y no me vuelven a ver el pelo por el Gran Canal. STOP. Acabo de ver pasar a Casanova en una góndola. Ese sí que sabe corrérselas... STOP. Me da la sensación de estar sentado sobre un barril de pólvora. STOP. ¡Por fin libre para hacer lo que me dé la Real Gana! (Ay no, que Venecia es una República...). STOP. Salgo disparado para allá, Kublai. STOP. Llegaré en una o dos semanas, según la cantidad de tormentas de arena que soplen y la agresividad de los bandidos que asalten nuestra caravana por el camino. STOP. Un abrazo de mi parte para toda la Corte. Marco.


jueves, 13 de septiembre de 2012

Telegrama para Venecia




Saludos desde Samarkanda. STOP. Viaje peligroso por Asia Central. STOP. Caravana asaltada, incursiones bandidos, tormentas arena. STOP. He pasado tanta sed que me bebería el Gran Canal. STOP. Llevo puesta una máscara veneciana para protegerme del polvo del camino. STOP. Papá y tío Matteo me dicen que deje de hacer el ganso, pero qué quieren: ¡con diecisiete años y ya de gira por el mundo! STOP. Sigo en ruta, pero las cosas no van precisamente como la seda. STOP. El desierto de Gobi empieza a agobiarme. STOP. Si no aparece pronto el palacio de Kublai Khan, me vuelvo a Venecia aunque sea haciendo dedo. STOP. Que c’est triste Venise, recordar el ayer. STOP. ¡Qué nostalgia! STOP. Pues ya estamos en Catay. ¡Trabajo de chinos nos ha costado! STOP. Aquí, recorriendo el río Amarillo, aunque a mí lo que me tienen es negro de tanto hacer kilómetros. STOP. ¡Hombre, Kublai, dichosos los ojos! STOP. Llevo ya cincuenta y cinco días en Pekín. STOP. El Khan y yo hemos hecho buenas migas y me ha enchufado en la Corte. STOP. Lo tengo preparado, ya tengo los baúles… No, que al final me quedo. STOP. Ya os cuento. Besos, Marco.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Necesitamos a Hamlet


Cada vez nos resulta más necesario Hamlet. En estos días de caretas de poder y codicia, de empobrecimiento económico y depauperación cultural, de indignación generalizada, de adoración de becerros de oro deportivos y menosprecio de estandartes literarios, necesitamos aún más sus monólogos interiores y sus divagaciones de loco-cuerdo al contemplar la calavera de Yorick, el bufón. Decía Graham Greene, en su genial parodia de las novelas de espionaje Nuestro hombre en La Habana, que “todos deberíamos ser clowns”. Tal vez eso impidiera la formación de castas, la superposición de jerarquías, las odiosas comparaciones dirigidas a la humillación del que menos tiene, tal vez eso contuviera la mano del hombre que desea perderla en mil batallas con sus semejantes, tal vez así desaparecerían tantas otras miserias…



Todos Yoricks, todos bufones. Vistamos el uniforme del clown. ¿Qué podemos perder? Sigamos a Shakespeare, sigamos a Hamlet. Lo dijo él antes de dejar de respirar el corrompido aire de su reino: El resto es silencio.